–Mi hijo se llama Andrés y vio cuando mataban a su padre en un asalto– con esta frase una madre me llamó y me sorprendió en el programa de radio para contarme ese terrible acontecimiento en el que perdió a su esposo y ahora dudaba de la salud mental de su hijo.
Padre e hijo que como podemos darnos cuenta por la imagen, es un menor de edad, trabajaba con su padre en la construcción de un edificio en la colonia Roma; desplazarse desde su casa ubicada en una zona del Estado de México les tomaba dos o dos horas y media. Ese día salieron a las 2 de la tarde, abordaron un autobús y cuando llevaban quizá cuarenta minutos del trayecto, subieron cuatro tipos que amenazaron a los usuarios con la muerte si no les daban sus pertenencias. Padre e hijo sólo contaban con cinco pesos en la bolsa del niño; para regresar a casa iban a pedir prestado dinero.
Uno de los asaltantes vio el terror en el rostro del niño y se fue encima de él a golpes, sin razón aparente. El padre defendió a su hijo y lanzó a los pies de los ladrones la moneda de cinco pesos que el chico llevaba en la bolsa. Luego de robar a los pasajeros, uno de los asaltantes, un chico de unos 18 años decidió porque sí, echar su ira sobre esta familia; tomó su arma y le dio un tiro en la cabeza al padre de este niño, frente a sus ojos vio caer a su padre ensangrentado mientras escuchaba la risa del asaltante.
Una clínica del IMSS no recibió al herido, tampoco un hospital privado; un helicóptero lo llevó al hospital de Xoco pero el hombre llevaba ya muerte cerebral. El hombre murió y fue doloroso, pero ahora a esa madre le angustiaba que esa experiencia traumática despedazara a su hijo; el niño había borrado por meses la sonrisa del rostro aunque en apariencia el chico está bien.
Cuando esta mujer me llamó al programa la canalizamos a una terapia psicológica a la que recomendamos debían asistir ambos, madre e hijo. La madre ante su impotencia había hallado ya una manera de ayudar a su hijo, ASISTIR A UNA IGLESIA CRISTIANA y yo LA RESPALDÉ EN SU DECISIÓN; no es mi labor hacer proselitismo religioso, simplemente en el caso de esta familia, su ingreso a esta iglesia representó para ellos hallar una MANERA DE RECONSTRUIR LA CONFIANZA EN LA VIDA, DE ENCONTRAR CONSUELO A SU TRAGEDIA Y SOBRE TODO, DE MANTENERSE UNIDOS MADRE E HIJO lo cual es importante dada su situación. Esas tres funciones las estaba llevando a cabo y con éxito su fe en la iglesia Cristiana.
A través de una llamada posterior por parte de la madre me enteré que iban bien con su terapia psicológica pero SU FE CRISTIANA HABÍA SIDO CAPAZ DE DEVOLVER LE LA SONRISA A ESE NIÑO. En esa última llamada esta madre inició su conversación conmigo diciendo – YA SE RÍE MI HIJO, YA SE VE CONTENTO DE NUEVO- Esa madre lloraba conmigo a través del teléfono.
La felicidad de esta madre luchando por su hijo, me hizo muy feliz también. Ella es, sin duda otro de NUESTROS ÁNGELES DE LA GUARDA.
Rafael Redondo